OPINIÒN
A pesar de los discursos críticos a los gobiernos y políticas de los años 90, la industria nacional y el desarrollo energético no fueron considerados para encuadrarlos dentro de un plan estratégico de desarrollo, para un modelo de país emancipado de las políticas económicas de los países centrales y empresas extranjeras.
Por: Alejandro Questa - Proyecto Sur Josè C. Paz
En el año 89 bajo el lema “Salariazo y Revolución Productiva”, el peronismo y la UCD terminaron por arrasar buena parte de la industria argentina que no había podido destruir Martínez de Hoz; y no se conformaron con eso: siguiendo las políticas del FMI con la excusa de reducir gastos, para tener mayor súper hábit fiscal y pagar deuda externa, debilitaron el apprivatizadasarato estatal, despidieron a cientos de miles de empleados, mantuvieron salarios y jubilaciones congelados, desmantelaron o vendieron empresas públicas (aunque no fueran deficitarias) y redujeron presupuesto a Salud, Educación y obra pública, de acuerdo con el consenso de Washington. Además estructuraron económicamente al país para que grandes empresas privadas extranjeras se quedaran con los recursos agropecuarios, mineros, petroleros, pesqueros e hidroeléctricos, pagando sumas irrisorias por regalías, o no pagando directamente en algunos casos, y hasta montando un contrabando legal por medio de declaraciones juradas mendaces sobre producción o extracción (Petróleo, gas, pesca y minería).
Si bien los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, cambiaron algunas cosas con obras públicas, estatización de unas empresas y aumentos en jubilaciones y salarios, el grueso del modelo de los 90 se mantiene en pié. En los años de vacas gordas, se habló mucho de crear trabajo, que en parte se hizo con obra pública, pero desde el gobierno nacional se negó toda oportunidad a plasmar un plan estratégico de industrialización y abastecimiento energético para fortalecer nuestra economía y dejar de ser dependientes en muchos planos de los mercados internacionales. No se recuperaron o reactivaron industrias estratégicas para los intereses de la Nación. No se hizo casi nada para ello con la industria ferroviaria, la naval, la petrolera, la generadora de electricidad (Eólica, geotérmica, solar, biocombustibles), la siderúrgica, la aeroespacial, la robótica, el reciclado de basura, etc.
Muestra de ello es que no se impulsaron grandes inversiones ni investigación; o a lo sumo, se promovieron desarrollos, como el área satelital o en energía atómica, para mantener cierto estatus en tecnología entre países en desarrollo y tener material para propaganda oficialista. Se permitió que las transnacionales siguieran enviando utilidades al exterior sin verse obligadas a invertir en el país en montos significativos. Tampoco se impulsó en toda la actividad económica la substitución de productos importados con fabricación nacional. Buena parte de las plantas fabriles inauguradas en los últimos 10 años (no muchas), como las de electrónica y electrodomésticos, son plantas de montaje o ensamblado de productos importados, con escaso nivel de participación de producción nacional. Otro ejemplo: del total de automóviles (importados incluidos) que circulan por el país, sólo en un 12% de sus componentes hay producción nacional.
Argentina necesita urgentemente la puesta en marcha de planes estratégicos de desarrollo industrial y energético acordes a sus necesidades; y ello no se logrará si el estado no conduce la economía del país y deja todo librado a los mercados; que no son tan libres como se quiere hacer creer, sino que obedecen a las directivas de la Organización Mundial del Comercio, del FMI, del Banco Mundial, del Club de París y del Secretario del Tesoro de EEUU; directivas que tienden a garantizar que los países ricos sigan siéndolo, y los pobres no se desarrollen.
Dentro del campo energético, Argentina tiene gran potencial latente para generación eléctrica por energía Eólica y solar, ya que cuenta con tecnología propia y un campo de aplicación inmenso, que podría reducir en forma significativa la dependencia de los hidrocarburos (caros hoy día por la importación). Además, podría aumentarse la producción y extender el uso de etanol para abaratar costos de combustible y reducir la importación; avance que ha sido entorpecido por presión de las petroleras desde el año 87. Hay decenas de millones de hectáreas pobres en lluvias sin cultivar, que podrían usarse en el cultivo del sorgo azucarero y de la jatropha para producir etanol en forma rentable. Hay capacidad técnica en el INTA y en el Instituto Agroindustrial Obispo Colombres para desarrollar el cultivo de dichas especies y la elaboración rentable de etanol.
A diferencia del negocio petrolero, la producción de bio-combustibles aún no está apropiada por grandes empresas multinacionales. En eso hay una ventaja estratégica que Argentina debería aprovechar para desarrollar una industria pública propia con cooperación de productores pequeños y medianos del agro, que se ven amenazados por el modelo sojero de Monsanto. El biodiesel puede reducir en mucho la dependencia del campo de la importación de diesel y abaratar costos. Su producción debe ser respaldada con políticas de tierra, de tributos y créditos, para que los pequeños productores actuales no abandonen sus propiedades, se sumen a producir otros nuevos, o los que se vieron expulsados por el modelo de Monsanto. Otras fuentes de energía que no se han desarrollado en forma industrial a gran escala, son la utilización de residuos biodegradables (domiciliarios y agro industriales) para producción de gas y de fertilizantes, y de la basura sólida combustible para generación termo eléctrica; tampoco se ha impulsado seriamente la generación por energía mareomotriz ni por la geo térmica.
Básicamente esto es así porque los gobiernos desde el 76 hasta hoy han permitido que las multinacionales y las presiones de EEUU y otros países fijen las condiciones de producción y comercialización de energía de acuerdo a sus propios intereses, aún en desmedro o en contra de los intereses nacionales.
Bibliografía de referencia: Industrializar Argentina, nro 22, artículos “El Ajuste como Parte del Modelo”, “Un Aporte Sobre los Biocombustibles”, de los ingenieros R. Fabrizzio y C. Cevallos Guzmán, respectivamente.

