OPINIÓN
América Latina tiene por delante dos desafíos: la integración y la autonomía, por un lado, y el desafío de proponer otro modelo de desarrollo, por otro.
Laura garcía Vazquez - Emancipación Sur Pcia. Bs.As.
América Latina tiene por delante dos desafíos, el primero es lograr la integración y la autonomía, algo indispensable si se piensa en el bienestar de los pueblos y en garantizar los derechos humanos para todos los latinoamericanos, pero diría, casi a la vez, tiene también el desafío de proponer otro modelo de desarrollo, es decir, si decimos no al extractivismo neocolonial debemos pensar seriamente cuál sería nuestro modelo productivo. Aquí, por supuesto, entran en escena las propuestas que viene realizando principalmente Evo Morales con respecto al "buen vivir", pero la posibilidad de que esas ideas sirvan para contrarrestar lo que siguen proponiendo los gobiernos "neodesarrollistas" dependerá del desarrollo que podamos darles. Estos gobiernos, entre los que se encuentra el nuestro, en definitiva acuerdan con el extractivismo que en nuestros países dependientes representa la defensa de intereses privados y extranjeros y justifican esta opción en la necesidad de justicia social.
Basta recorrer parte del conurbano en la provincia de Buenos Aires en nuestro país, Argentina, o de la misma Capital para concluir que los grandes negocios privados y extranjeros que se realizan en nuestro país lejos están de lograr justicia social y derechos humanos garantizados para toda la población.
Dicho esto, nuestra intención es repasar, dentro de un balance más general que nos debemos en América Latina, lo sucedido en la última reunión de UNASUR realizada el 4 y 5 de diciembre pasado en las ciudades de Guayaquil y Quito, en las que además de todo el gasto protocolar que esta diplomacia conlleva se inauguró la nueva sede de UNASUR:
"El edificio se construyó en poco más de dos años bajo la dirección del arquitecto Diego Guayasamin, que se inclinó por una construcción de vanguardia, con frente en blanco y negro de metal, hormigón y vidrio, formas irregulares, espejos de agua y plazas públicas. Tiene tres “volados”, como brazos que se separan de la construcción principal. “Una metáfora de libertad”, lo explicó Guayasamin. Uno de esos volados tiene 55 metros de longitud. En el extremo está el despacho del secretario general, hoy a cargo del colombiano Ernesto Samper."
Todo paso en integración latinoamericana, sea deficiente o no, parcial o no, es bienvenido siempre. El problema surge cuando lo simbólico o discursivo queda lejos de lo concreto y real. Eso no es bueno porque distorsiona la realidad sobre la que se debe avanzar. Si bien es cierto que Unasur lleva poco más de tres años de vida jurídica también es cierto que su razón de ser y la necesidad de los pueblos que integramos esta Unión exigen que su funcionamiento se encamine hacia concretar esa necesidad.
Esa "metáfora de la libertad" hacia quién está dirigida? Cuánta libertad podemos tener en territorios donde más allá del crecimiento económico la desigualdad y la pobreza siguen siendo altísimas? Cuánta libertad podemos tener dentro de modelos que nos priorizan como "consumidores" y no como personas con derechos humanos y sociales? Cuánta libertad en países que mantienen su carácter de dependientes y las empresas transnacionales imponen sus políticas que atentan contra los intereses nacionales?
La declaración formal de esta reunión no plantea ninguno de estos temas. El Banco del Sur no es mencionado siquiera.
También parece inadmisible que siendo México un país observador de la UNASUR y estando presente su canciller y teniendo en cuenta lo que menciona el Preámbulo del Tratado Constitutivo de esta Unión en cuanto a los principios rectores como democracia; participación ciudadana y pluralismo; derechos humanos universales, indivisibles e interdependientes, no se mencione siquiera alguna preocupación por los hechos gravísimos e irreparables sucedidos en ese hermano país con la desaparición de los 43 estudiantes normalistas, lo que lleva a cuestionarnos seriamente sobre los alcances de las democracias formales y las grandes diferencias que acechan nuestra región en materia de seguridad ciudadana también.
América Latina tiene una oportunidad frente al escenario mundial otorgada por innumerables condiciones naturales e históricas para integrarse y lograr autonomía. Pueblos y gobiernos deben estar a la altura de las circunstancias, promoviendo un desarrollo que tienda a asegurar los derechos de todos, especialmente los de los niños y niñas y dónde el principal enemigo a derrotar es la desigualdad en todos los órdenes. Sin soberanía plena y concreta en cada uno de los países esto no será posible. Las opciones frente al neocolonialismo son dos: liberación o dependencia. Las mismas que históricamente marcaron nuestra historia. Todo está establecido para dividirnos pero nada podrán hacer contra nosotros si estamos unidos, dentro de cada país y trabajando para la integración verdadera de los pueblos latinoamericanos, que no necesitamos sedes ni monumentos sino simplemente unirnos en defensa de la tierra, del agua, del aire, del medio ambiente, es decir de nuestras vidas y las de los que vendrán.
Laura García Vázquez